viernes, 15 de junio de 2012

Capítulo 1

   Todo el mundo tiene un día de esos. Un día en el que te levantas, y todo es felicidad a tu alrededor y tú no puedes más que odiarlo todo. A Laura le pasa igual, se ha levantado desganada, la molestan los alegres pajarillos de la calle. Es casi la una y no hay nada en la nevera, ni siquiera un poco de leche que desayunar. Estar en paro es un asco. Decidida va al ordenador, hoy habrá algo bueno, no puede ser todo oscuridad, piensa mientras Windows se va iniciando. El correo dice que no hay mensajes nuevos, en Twitter ni un solo comentario es para ella, Tuenti no mejora las cosas, vacio, desierto, todos sus "amigos" tienen vidas geniales con miles de fotos para demostrarlo, pero ¿Quién se acuerda de ella?... Sólo queda ya Facebook los tres comentarios nuevos la ilusionan por un instante, sólo para descubrir que son invitaciones de Farmville. ¿Por qué? ¿Qué era lo que había cambiado tanto en su vida? Desde que la echaron del trabajo por "recortes de personal" y su novio, Andrés, tuvo que irse a Barcelona por no se qué historias de la empresa, la vida de Laura era una mierda. A menudo se pregunta por qué no fue con él, la relación no es lo que era y ella se siente terriblemente sola.

   Desganada va hacia el balcón y enciende un cigarrillo mientras mira a la gente de la calle... felices, todos parecen felices, aquél niño pequeño que mira a su globo relleno de helio escaparse entre las nubes es feliz, porque su madre lo está besando para curar la pena. "¿Por qué a mi nadie me besa?"-pensó Laura. Hacía casi tres meses que Andrés no pisaba por casa, con la excusa del trabajo la relación se había ido enfriando poco a poco, las horas interminables de cuelgatús se habían terminado hacía mucho y el sexo telefónico que otrora fuese divertido y magnífico, se había convertido en una rutina casi insoportable. Laura piensa que la ruptura es inevitable, pero se aferra a él, no quiere, no puede perder el único pilar de su vida que aún no se ha derrumbado.

   Sigue fumando y mirando a la calle, los odia, los odia a todos, tan felices y ocupados allí abajo con sus vidas perfectas. Da la última calada al cigarro y tira la colilla a la calle, sabe que está mal, pero secretamente espera que le caiga a alguien encima, y le queme. "Yo antes no era así" se lamenta.

   Mientras entra de nuevo en la casa echa un vistazo a su alrededor, de pronto todo la parece gris, gris y desordenado, sucio, como en aquella novela de Philip K. Dick, donde el polvo radiactivo lo devora y lo destruye todo. Sí, eso es, se ve a sí misma como un androide, repudiada por la sociedad, obligada a esconderse y enganchada a una caja que controla su estado de ánimo. El problema es que Laura sabe que la única que la repudia y que la obliga a esconderse es ella misma, ella y sólo ella. "¡Tengo que salvar a Laura!" exclama de pronto en mitad de la casa vacía mientras aquel gato antipático la mira con desdén desde el sofá. "Y tú no vas a impedirlo" le increpa al gato, que ovillandose cómodamente vuelve a ignorarla.

   Ese estúpido gato de Andrés es insoportable. Sin darse cuenta Laura empieza a colocar cosas, a limpiar a recoger, pasa casi toda la tarde, está cansada y tiene hambre pero no quiere salir al mundo feliz, no quiere ser una sombra gris pululando por las aceras. Pero tampoco tiene sueño, enciende la tele, quiere sentir compañía. Las voces de la tele resuenan en el salón como si estuvieran en una cueva, y mientras, Laura sigue trajinando por la casa, de forma casi automática, sin pensar.

   Decide darse una ducha, el enorme gato la persigue soñando con comida y se queda sentado en la taza del water, mientras ella se ducha, el agua templada resbalando por su piel la encanta, la relaja, la tranquiliza, incluso la excita, la ducha se convierte en baño y después otra vez ducha. Cuando por fin se decide a salir se siente nueva, renovada por completo, sale del baño y ya es de día, está amaneciendo, ni siquiera se ha dado cuenta de que el tiempo hubiera pasado tan rápido.

   Con la luz del día todo es precioso, la casa ya no está desordenada ni sucia, sin darse cuanta se ha pasado la noche en vela poniendo las cosas en su sitio. Todo es precioso ahora, la luz se filtra a través de las cortinas púrpura dándole un tono rosa a todo. Laura se mira las manos, aún arrugadas por el agua, también se ven rosas, "¡La vida en rosa!" exclama de pronto Laura, y sin saber por qué se echa a reír. Se ríe tan fuerte que el gato se asusta, se ríe tan fuerte que hasta la duele, pero la da igual, a partir de hoy todo es rosa y nada puede salir mal.

jueves, 14 de junio de 2012

Capítulo 2

   Tras un rato largo de risas incontenibles e inexplicables en suelo del salón, Laura se da cuenta de que tiene frío, la toalla y el pelo mojado que le cae sobre la espalda no son el mejor atuendo posible, y el estúpido gato orondo la mira inquisitivo.

- Tienes hambre, gato? pregunta al felino que la mira como queriendo hablar. - Sí, yo también.
Dicho esto Laura decide que su día rosa es un día perfecto para salir de casa, hace días que no sale y necesita el aire fresco y contaminado de la ciudad.

   Los pantalones vaqueros que antaño la iban como anillo al dedo, ahora parecen varias tallas grandes, la depresión en la que ha estado sumida durante los últimos meses ha pasado factura a su cuerpo. Ni siquiera se seca el pelo, no hay tiempo, no quiere que su humor vuelva a cambiar, tiene prisa por salir, tanta que casi se olvida las llaves puestas. Cuando llega a la calle siente una mezcla de emoción y aprensión, sale del portal casi con miedo, como un niño pisando el hielo por primera vez. Mira a su alrededor, hace tanto que no sale que siente que es un bicho raro, que todo el mundo la mira. Por un momento siente la necesidad de correr escaleras arriba y encerrarse en casa “¡NO! Hoy no. Vamos Laura, tú puedes hacerlo” se dice para sí misma mientras hace acopio de fuerzas y voluntad para seguir adelante “El supermercado está sólo a dos calles, está a la vuelta de la esquina” se autoconvence. No entiende que la pasa, es como si de pronto sufriese de agorafobia, pero se niega. Cierra los ojos con fuerza y empieza a caminar, cuando por fin los abre, nada es tan terrible como unos minutos atrás.

   Al entrar en el supermercado, de repente todo es familiar, el olor mezclado entre nuevo y rancio, el olor a carne y a pescado, y de nuevo se siente bien, se siente cómoda. Coge una cesta y pasea por todos y cada uno de los pasillos del supermercado, no sabe bien que quiere comprar, pero casi sin enterarse el carro está prácticamente lleno. De pronto se da cuenta de que está en el pasillo de mascotas, piensa pasar de largo, pero una de las fotos de los paquetes la recuerda al dichoso gato. Realmente odia a ese gato gordo y antipático que siempre parece mirarla mal, pero sabe que él depende de ella. Desganada mete en el carro un saco de croquetitas sabor salmón, y mientras se aleja ve unas latas de oferta. “Seguro que esto le gusta” piensa, “pero sólo lo compro porque está de oferta”.

   Con el carro lleno y las tripas rugiendo se dirige al lineal de cajas y sin motivo alguno, empieza a ponerse nerviosa de nuevo, cada “bip” de la caja es un “bip” más cerca de la calle. Laura no está dispuesta a estropear su primer día de positivismo en meses. Cargada con las bolsas se dirige a la salida con paso firme. En cuanto siente el aire fresco en su cara la congoja vuelve a apoderarse de su ser. Acelera el paso para llegar a casa cuanto antes, pero en el último semáforo, justo cuando sube a la acera, tropieza y cae dejando la mitad de la compra expuesta en la acera. Siente cómo de pronto sus mejillas arden y la vergüenza se la come por dentro “Tierra trágame” murmura para sí. Recoge todo metiéndolo apresuradamente en las bolsas y cuando se dispone a irse una mujer se acerca con una lata de comida de gatos y una sonrisa

- Perdona, creo que esto es tuyo

   Laura coge la lata y sale corriendo. Llega a casa, cierra la puerta con violencia y se deja caer de espaldas contra ella. Tiene ganas de llorar, no puede creer que en su primer día rosa, todo se torne gris otra vez. El estúpido gato aparece por la entrada contoneándose zalamero.

- Todo es por tu culpa, gato - le reprocha al minino quien responde con maullido sonoro y quejumbroso.

   Laura sonríe, es la primera vez que siente que aquella bola de pelo y ella interactúan. Recoge las bolsas, se incorpora y se dirige hacia la cocina seguida por el animal que parece haber olido la comida desde la escalera. Laura abre la lata magullada que la mujer le devolvió y sonríe de nuevo, se siente tan tonta...

miércoles, 13 de junio de 2012

Capítulo 3

   Mientras el gato engulle la lata a gran velocidad, Laura se pregunta qué la ha pasado antes en la calle, por qué todos esos nervios, por qué tanta angustia. Preocupada decide investigar. Enciende el ordenador que se había prometido a sí misma no encender y googlea “Agorafobia” empieza a leer un montón de datos y de páginas, pero ninguna de las descripciones que lee se ajusta a lo que ella siente. Sí, lo ha pasado mal en la calle, pero no en el supermercado, no ha tenido taquicardias, ni sudores. La agorafobia no encaja, eso hace que se relaje. Se pregunta si quizás debería ir al médico, pero en seguida lo descarta.

   Se debate entre abrir el correo y todo su repertorio de redes sociales o dejarlo como está. Cuando está a punto de hacer clic en el icono de Facebook, nota una cosa suave y vibrante en la pierna, mira de reojo y allí está la cosa peluda restregándose contra ella ronroneante. Laura no se lo puede creer, aquel maldito animal siempre la había aborrecido. Desde que Andrés y ella se fueron a vivir juntos años atrás había una enemistad clara. Ella incluso había sugerido en varias ocasiones regalarlo. Con el consiguiente enfado de su novio. Sin embargo ahora, ahí está, Laura lo mira ojiplática, el gato la mira y cuando ve que ella lo mira a él sale corriendo al sofá. Laura no sale de su asombro, desde el sofá el condenado gato vigila y controla cada uno de sus movimientos.

   Decide ponerse a cocinar, al fin y al cabo ahora tiene la nevera llena y las tripas vacías. Verdura parece ser la mejor opción. Con el estómago lleno y la nevera repleta se va al balcón a fumarse el de después de comer. Había cogido la costumbre de fumar fuera para no molestar a Andrés y ahora que él esta lejos y podría hacerlo en casa sin problemas, la sale tan automático, tan natural.

   Lo echaba de menos, aunque una parte de ella ya se había resignado a tenerlo lejos, la frialdad que él había mostrado en las últimas llamadas la martirizaba. Ella aún estaba enamorada de él y sin embargo él parecía estar en otro mundo, en una órbita diferente. Últimamente ni siquiera quería hacer videollamadas con ella y las llamadas se distanciaban en el tiempo.

   Mientras aspira el humo de su cigarrillo piensa en él. No puede evitarlo, una parte de ella aún le necesita. Apaga la colilla en una maceta vacía y vuelve a entrar. Quiere arreglarse ponerse guapa, para ella y para él. Enciende la minicadena, es anticuada, pero a ella le encanta, mientras se va al baño a preparase para lo que a ella le gusta considerar “su cita” escucha de fondo su canción favorita de Marea: Duerme conmigo. La recuerda tanto a él que rompe en llanto. Pero no, no puede permitirse volver a hundirse, quiere que él la vea feliz, sonriente. “Una nueva Laura” se dice para sí.

   Decidida se va al cuarto de baño, el gato la mira de reojo.
- Ésta noche la gatita seré yo - le dice sonriendo, por alguna razón, aquel estúpido animal empezaba a caerla simpático. El felino la observa atentamente desde el marco de la puerta.

   Ya es casi la hora, Laura se mira al espejo y se gusta, parece otra. Guiña un ojo al gato mientras pasa a su lado y se dirige hacia el ordenador, Andrés debe estar a punto de llamar.

martes, 12 de junio de 2012

Capítulo 4

   Pasan los minutos y las horas y él no llama. Laura empieza a ponerse nerviosa, necesita su dosis de Andrés como si fuera una droga. Y hablando de necesidades y de drogas, mira su cajetilla de tabaco, ha estado tan nerviosa que sólo quedan dos. Debería bajar a comprar antes de que cierren el estanco, pero él llamará de un momento a otro y quiere estar en casa.

Los nervios han cerrado su estómago, cena un yogur y le pone al gato algo de cena. La espera y la incertidumbre la están matando. “¿Qué estará haciendo?¿Le habrá pasado algo?¿Estará bien?” estas y otras preguntas bombardean su mente mientras una profunda sensación de ansiedad se apodera de ella por completo.

- ¿Dónde está Andrés gatito? - dice mientras por primera vez se sienta junto a él y lo acaricia. El gato no se remueve como de costumbre, para asombro de Laura empieza a ronronear. “Le doy pena hasta al gato…” se compadece.

   Al borde del ataque de nervios y sin más cigarrillos que llevarse a la boca decide bajar a comprar. Los estancos ya están cerrados así que tiene que ir al bar de Miguelón. Es lo último que la apetece, cuando Andrés vivía con ella iban a menudo, y desde que él se fue Miguelón siempre hace preguntas que la incomodan. Es por eso que dejó de ir. Pero no hay alternativa así que tras echar una última ojeada al ordenador, coge el móvil y sale de casa.

   Al pisar la calle la sensación de miedo vuelve a aparecer, pero necesita tabaco con urgencia, así que hace caso omiso y camina hasta el bar. La música está alta y hay mucha gente, con suerte nadie la reconocerá. Entra directa hacia la máquina expendedora pero al ir a meter las monedas se da cuenta de que tiene que pedir que activen la máquina. Se queda pensativa un momento. ¿De verdad tiene tantas ganas de fumar como para acercarse a la barra y aguantar a Miguelón? La respuesta brota de subconsciente a la velocidad del rayo ““Sí””. Se arma de valor y se dirige a la barra, ya sabe lo que la espera.

   Cuando Miguelón se gira y la ve, los ojos de él se abren con mezcla de sorpresa e ilusión mientras que ella sólo desea salir corriendo, huir, escaparse, esconderse, pero ya es tarde. Miguelón se acerca con su cara curtida y simpática

- ¡Princesa! Qué sorpresa tan agradable verte por aquí, ¿Qué te pongo? Hoy invita la casa.- La amabilidad de Miguelón abruma a Laura que sólo quiere su tabaco para volver a casa.

- No te molestes Miguelón, si sólo venía a por tabaco, si me das la máquina…- intenta responder Laura lo más educada y amistosamente que puede.

- Hombre, no te vas a quedar ni un ratito después de todo el tiempo que hace que no se te ve el pelo - insiste Miguelón con su gran sonrisa.

- No de verdad, es que no puedo, tengo un poco de prisa…- sonríe al acabar la frase para que Miguelón la deje en paz, pero el efecto no es el esperado.

- Anda pillina, que tú es que tienes a Andrés escondido en casa para disfrutarlo tú sola ¿Si o no? - aquí está esa pregunta incómoda típica de él. Si dice que sí, él intentará convencerla para que llame a Andrés y baje a tomarse unas cervezas, y si dice que no, Miguelón empezará con el tercer grado. “¿Cómo salgo de ésta?” se pregunta Laura mientras le sonríe falsamente. Por fin, se le ocurre

- Miguel, de verdad, es que hoy no puedo quedarme tengo muchísima prisa, si me das la máquina otro día más tranquilamente ya venimos y me quedo un rato ¿Vale? -, esperaba que la urgencia de la frase y el uso del “venimos” solucionaran su problema. Vuelve a sonreírle mientras cruza los dedos en su espalda.

- Bueno, bueno, pero otro día venís, ¿eh?” Laura no se lo puede creer, ha funcionado.

- Claro, claro, prometido - dice sin descruzar los dedos. Sabe que es infantil, pero si cruza los dedos las promesas no valen.

   Con el preciado tabaco entre las manos vuelve a casa, la calle ahora está desierta, y no hay rastro de miedo ni nervios en ella. Se recuerda a sí misma a Smigol con su tessoro. Pero no puede dejar de pensar en Andrés.

lunes, 11 de junio de 2012

Capítulo 5

   Por fin en casa se plantea por primera vez en su vida dejar de fumar. El tema del tabaco la costó muchas discusiones con Andrés, pero eso ahora ya da igual. Él no está y ella necesita cambiar algo en su vida. Y después de la experiencia en el bar, piensa que dejar de fumar es lo mejor.

   Con estos pensamientos en la cabeza se enciende un cigarrillo en el balcón. Escucha los ruidos de la cuidad, se oyen tenues. Mira su cigarro incandescente y piensa “Si una ciudad como ésta puede estar callada, yo puedo dejar de fumar, pero no hoy, no ahora.”.

   Se arma de valor y coge el teléfono, es tardísimo, pero tiene que haber alguna explicación para el comportamiento de Andrés. Llama pero el teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en éste momento. Celos, furia, nervios, preocupación y odio se mezclan en su mente. Decide que lo mejor es irse a dormir, por la mañana todo será diferente.

   Tras desmaquillarse se mete en la cama, está triste, la vida en rosa no está resultando ser rosa, en absoluto. Casi medio dormida siente una presión en las piernas y se espabila, su mente reacciona ilusionada,

- ¿Andrés?- no hay respuesta.

   Asustada enciende la luz, allí está

- ¿Marco Polo? - dice sorprendida - Mierda de gato, pero ¿se puede saber qué te pasa hoy? - el gato ni siquiera se inmuta. Laura mosqueada se prepara para echarlo a patadas de la cama si hace falta

- ¡GATO! - exclama indignada, al oír esa palabra el gato reacciona inmediatamente, la mira, maulla con dulzura y se acerca mimoso hacia ella mientras ronronea. Laura, que no da crédito se dispone a echarlo, pero entonces mira a los ojos al animal y la ternura la invade.

- Tú también le hechas de menos, ¿verdad? - Lo acaricia y lo abraza mientras él responde con sonoros ronroneos, y así entre pelos y caricias ambos se quedan profundamente dormidos. Se despierta temprano y el gato ya no está. Laura no puede evitar preguntarse si lo ha soñado. Pero unos cuantos pelos en la cama la dicen que es cierto. Antes de llegar siquiera a levantarse el gato aparece de nuevo en la cama, maúlla como urgiéndola a levantarse. Laura va directa a la cocina, sabe de sobra que lo único que quiere el bicho es comida. Pero con el plato en el suelo el animal no aparece. Laura se asoma por la puerta, pero no lo ve.

- ¡Marco Polo! - lo llama, pero el gato no aparece. Intrigada va hacia la habitación, el gato está allí sentado mirándola con curiosidad. “

- ¿Marco Polo? - no hay respuesta.

- ¡Gato! -, improvisa Laura, ya mosqueada

- Miauu - responde el felino.

  Laura de pronto se hecha a reír, acaba de comprender que el gato no responde por Marco Polo, el ridículo nombre que la ex-novia de Andrés le había dado no surtía ningún efecto sobre el minino. Responde por Gato, la forma despectiva en la que Laura siempre se había referido a él. Finalmente, lo mira con cariño, y por primera vez en varios años se decide a cogerlo en brazos. Gato se muestra cariñoso con ella mientras se dirigen al comedero.

- Así que ahora somos amigos, ¿eh, fiera? - dice mientras le deja dulcemente en el suelo. - Jamás lo hubiera imaginado-. La soledad y la falta de Andrés les habían unido. Ahora Laura se alegra de tener a Gato en casa, de repente, ya no se siente tan sola. Con una nueva ilusión en su vida, Laura decide que es el día perfecto para ponerse a buscar trabajo en serio, los ahorros se van acabando y el alquiler no se paga sólo.

   Se enciende un cigarrillo frente al ordenador, hoy llueve fuera y no tiene ganas de mojarse, además “será uno de los últimos”, piensa. Para su sorpresa tiene un email de Andrés, no sabe si abrirlo, teme el contenido.

domingo, 10 de junio de 2012

Capítulo 6

- ¿Lo abro, o no lo abro?¿Tú que opinas, Gato? - El animalito ya esta acoplado en su hueco favorito del sofá haciendo caso omiso del mundo. “Pues que sea lo que dios quiera” piensa mientras hace clic en leer. Y aparecen sus palabras: << Lo siento cariño. Surgió un imprevisto de última hora y no pude avisarte. Espero que no me esperases mucho. ¿Quedamos hoy a la misma hora? Bss >>.

   Lee y relee las palabras de Andrés las analiza, casi las disecciona. Se siente insultada por cada palabra que lee, lo primero ¿Qué clase de improviso impedía llamar al móvil durante 1 minuto?, lo segundo ¿Tan evidente era que le había estado esperando toda la noche?, lo tercero ¿Qué le hacía suponer que ella estaría disponible para él cuando el quisiera?, y cuarto y último “Bss” ¿Qué clase de despedida es “Bss”?. Laura puede sentir la furia en sus entrañas.

   Fumando y un cigarrillo tras otro mientras pasea por toda la casa y mirando a través de la ventana lluviosa cuando la desesperación la gana. No consigue decidir que responder al email de Andrés. Se muere de ganas por hablar con él, pero sabe que no puede darle tanto control sobre ella. Mira al gato, duerme plácidamente ajeno a todo.

   Se siente tonta, pero quiere despertarlo, necesita hablar con él.

- Gato - susurra, pero el animal solo mueve la oreja casi imperceptiblemente. Se sonríe ante su propia imagen en su mente, se ve ridícula intentando despertar a un gato-marmota. Vuelve a mirar a la calle a través de los cristales cubiertos de agua. Se le antoja pensar que parecen lágrimas y entonces se la ocurre una respuesta.

   Se sienta ante el ordenador y teclea << No te preocupes, cariño. Pero ésta noche imposible, tengo planes. Bsts >> lo lee 100 veces y decide que es perfecto. “Enter”, ya está hecho. Se sonríe para sí maliciosamente y empieza a pensar en hacer planes reales. No estaría mal salir una noche después de tanto tiempo. Pero ahora viene el problema, al principio sus amigos se preocupaban por ella, pero Laura se encargó de alejarlos a todos. Necesitaba estar sola y ahora se arrepiente tanto… No sabe a quién llamar, sabe que llame a quien llame la situación va a ser violenta.

   Mira la lista de contactos del móvil una y otra vez. Decide llamar a Lucía, eran muy buenas amigas tiempo atrás pese a que la conoció a través de Andrés. Aunque en la última temporada habían perdido el contacto por completo, Lucía fue la última en desistir. El teléfono suena, cada tono son mil latidos del corazón de Laura, no sabe qué decir, no sabe qué hacer, debería haberlo planeado todo un poco antes de lanzarse a la aventura.

- “<¿Si?>” - responde una voz femenina al otro lado

- “Eh, hola, ¿Lucía?” - comienza Laura dubitativa

- “< Sí, ¿con quién hablo?>” - No la ha reconocido, es como un jarro de agua fría para Laura.

- “Soy... soy Laura, la novia de Andrés…” - un silencio incómodo que parece interminable llena el ambiente.

- “<Ah, hola… ¿Qué tal estás, tía? Hace mucho que no sé de ti>” - La voz de Lucía muestra desconfianza y Laura no la culpa, entiende que ahora la rechace, la abandonó. Eran íntimas, y de la noche a la mañana Laura decidió cortar por lo sano.

- “Bien, bien ¿y tú? No sé, es que hace mucho que no hablábamos y pensé que quizás te apetecería tomar un café y ponernos al día”. - El silencio de esta vez está siendo incluso más incómodo que el anterior,

- “<No sé. Déjame que lo piense, luego te llamo. Esto me pilla por sorpresa y es un poco raro…>” - Lucía suena terriblemente desconcertada y Laura sólo sabe decir

- “Claro, espero tu llamada”. - Al colgar, Laura siente que el mundo se la viene encima, mira las gotas de la ventana y empieza a llorar.

sábado, 9 de junio de 2012

Capítulo 7

   Mira a Gato, éste la devuelve la mirada. Por un momento la parece que Gato la sonríe y ella se sonríe también. Laura no puede dejar de controlar el móvil, pero el aparato no suena. Está intranquila, desea que esa llamada llegue, pero al mismo tiempo tiene miedo. No sabe cómo reaccionará Lucía en caso de que responda y no sabe cómo reaccionará ella misma en caso de que no lo haga.

   Da mil paseos por la habitación mientras fuma y se mordisquea las uñas. Come. Ve una película tirada en sofá con Gato arrullado a su vera. Sale al balcón, mira las aceras, fuma. Sólo han pasado unas horas, pero parecen siglos. El teléfono suena, Laura titubea pero finalmente descuelga y con un hilo de voz dice

- “¿Si?”

- “< Laura, soy Lucía…>” responde una voz al otro lado del teléfono

- “Hola de nuevo” - responde Laura con una mezcla de optimismo y ansia.

- “< Hola. Yo…, bueno he pensado que podríamos quedar después de todo.>” el corazón de Laura da un vuelco al oír las palabras de su amiga.

- “Genial, ¿Dónde te viene mejor a ti?” - pregunta con la ilusión marcada en la voz.

- “<¿Qué te parece en Café Weird? Puedo pasarme por allí sobre las seis, cuando salga del trabajo.>” -  sugiere Lucía en tono neutro.

- “Por mí perfecto, allí te espero” - responde una Laura emocionada.

- “< De acuerdo, pues luego nos vemos >” contesta Lucía bastante seca.

- “Hasta luego…” - dice Laura, pero Lucía ya ha colgado.

   Laura pega un grito de alegría y corre hasta Gato que la mira entre sorprendido y adormilado, lo coge y lo alza en el aire mientras le agita y exclama

- ¡Me ha llamado, Gato, me ha llamado! -. Las pupilas del animal se agrandan con extrañeza. Laura lo abraza con fuerza y besa su húmeda nariz. Gato responde con un movimiento inesperado, e intenta zafarse para volver al sofá. Laura lo suelta y brinca por toda la casa. Pone la música a todo volumen y baila, está eufórica. Tiene una nueva oportunidad y no piensa cagarla. Apenas faltan dos horas para su cita con su amiga y quiere llegar puntualísima.

Se ducha, se viste, se maquilla, al mirarse en el espejo se ve preciosa. Mira el reloj, aún tiene tiempo de sobra, pone la comida a Gato por si la tarde se alarga. Sale al balcón a fumar un cigarrillo antes de salir de casa, ésta vez la calle la parece preciosa. La gente feliz no la da envidia y sólo tiene ganas de ser una persona más caminando feliz por la ciudad. Acaba el cigarro casi con prisas y sale de casa.

Cuando por fin llega al Café Weird, Lucía aún no está, Laura se alegra de haber llegado puntual, sabe que Lucía no le daría otra oportunidad. Pide un café mientras espera. En el Weird no se puede fumar así que rebusca en el bolso un caramelo o algo que llevarse a la boca. En su búsqueda se percata de que se ha olvidado el móvil en casa, pero casi hasta se alegra, así nadie podrá interrumpirlas.

Pasa media hora y Laura se empieza a preocupar. Lucía no suele llegar tarde, es una persona muy puntual. La inseguridad de Laura aparece de golpe “¿Y si no viene?” “¿Y si se ha olvidado?” “¿Y si la ha pasado algo?”. Los minutos siguen pasando, y Laura sigue con la mirada clavada en la puerta por la que ella no entra. Ya ha pasado más de una hora y no puede seguir abatida sobre la mesa, es el momento de pedir la cuenta y volver a casa, quizá Gato la extrañara.

viernes, 8 de junio de 2012

Capítulo 8

   La calle vuelve a ser ese lugar inhóspito que eriza la piel de los brazos y la nuca de Laura. No puede creerse que Lucía no haya aparecido, sencillamente no puede. Mientras camina por la ciudad cabizbaja, con la mirada fija en el adoquinado del suelo y los ojos cubiertos de lágrimas. Y sólo una pregunta martilleando es su mente “¿Por qué?”. Su corazón latiendo furioso en su pecho parece un puñal que se le clava a cada palpitar. Se siente como una mierda, se quiere morir.

   Cuando entra en casa, Gato la espera en el umbral. Ella lo mira y lo abraza y empieza a llorar. Gato permanece inmóvil sobre ella, como si entendiera. Una vez que está más tranquila, se dirige al balcón. Necesita fumar, está al borde de una crisis de ansiedad. Al pasar por delante de la mesa ve la luz de la BlackBerry parpadear. Se para en seco, había olvidado por completo que el teléfono estaba en casa. Lo mira, tiene trece llamadas perdidas de Lucía y tres mensajes. <<No voy a poder llegar a tiempo. Un contratiempo en el curro. Te llamo luego. Lu>> <<No me lo coges, imagino que estás liada. Esto va para largo. No me esperes. Lu>> <<Siento haberlo cancelado. Te invito a cenar, paso a buscarte a las 9.30. Si no puedes avisa. Estate preparada. Lu>>.

   Mientras los lee Laura casi se olvida de respirar. Mira el reloj, faltan diez minutos. De cuatro zancadas se planta en el baño, se mira al espejo, tiene un aspecto horrible. Se lava la cara y se empieza a maquillar de nuevo. Apenas tiene tiempo, mientras aplica el último retoque de perfilador suena el timbre. Por un instante su sangre se hiela. Al otro lado del telefonillo, Lucía se autoinvita a subir. Los pocos minutos que Lucía tarda en presentarse en la puerta, hacen que en corazón de Laura se acelere, no puede imaginar cómo será el reencuentro entre ambas. Incluso le tiemblan las piernas cuando escucha unos golpecitos en la madera de la puerta, es ella.

   Al abrir la puerta ve la figura de Lucía, su cara está seria. Pasan al salón y se sientan en el sofá, Gato las mira escondido bajo la mesa. Es Lucía quien empieza

- Bueno, pues tú dirás. Porque lo cierto es que no me esperaba tu llamada para nada. No sé, me sacas de tu vida a las bravas y ahora quieres quedar.

La dureza de las palabras de Lucía hace que Laura tenga que tragar antes de poder contestar, sabe que su amiga tiene razón y empieza con una sincera disculpa

- Lo siento. Yo sé que lo he hecho mal, pero en esos momento de mi vida no podía hacer otra cosa...- Lucía la interrumpe

- No es cierto. Podías haber hecho cientos de cosas, y elegiste pasar de mí. ¿Por qué tengo yo que estar ahora aquí? - Laura mira al suelo, no sabe que decir, sus ojos empiezan a inundarse y continúa

- Tienes razón. Me equivoqué. Para mí era todo nuevo y confuso y no supe llevarlo. Andrés se fue, me quedé sin curro. Me deprimí y yo…- Lucía levanta la cabeza de Laura y la mira fijamente a los ojos llorosos.

- Si dejas de llorar te perdono. Se te va a correr el maquillaje, tenemos mesa reservada y sabes que odio llegar tarde - Una sonrisa de complicidad se dibuja en el rostro de Lucía, al tiempo que Laura se abalanza sobre ella para abrazarla. Ambas amigas se funden entre abrazos y llantos. Laura no puede creerlo, Lucía le ha tendido la mano, la ha perdonado. Las lágrimas se tornan sonrisas y finalmente las dos estallan en carcajadas. Tienen mucho de que hablar.

jueves, 7 de junio de 2012

Capítulo 9

   Se entretienen tanto recordando batallitas y poniéndose al día que se olvidan de ir a cenar. Por suerte Laura tiene un par de botellas de vino en casa y el frigorífico bastante lleno, no hay problema. Siguen hablando en la cocina mientras preparan algo para picar, Gato curiosea zalamero por la cocina con la esperanza de catar algo. Laura se agacha con un plato repleto de restos de comida mezclados con una de sus latas. El animal se relame y empieza a degustar su cena.

Ése gesto hace que Lucía se fije en el animal, se queda callada por un momento, mirándolo y dice

- Oye, y Marco Polo… ¿Por qué no está con Andrés? - a Laura le sale una sonrisa apagada y se le llenan los ojos de lágrimas, ha llegado el momento de hablar de Andrés, había estado evitándolo.

- Bueno, la verdad es que Andrés no podía tenerlo en el piso de Barcelona, y me lo tuve que quedar yo, aunque no me hacía ninguna gracia - hace una pausa y mira al minino con ternura - Ahora no me imagino estar sin el mierdecilla éste, y por cierto, ya no se llama Marco Polo, se llama Gato -. Lucía mira a su amiga, quiere sacar el tema de Andrés pero no sabe muy bien como hacerlo

- Gato, ¿eh? Y ¿Andrés qué opina? - Laura toma aire, una parte de ella quiere zanjar el tema, pero la otra está deseando desahogarse

- Nada. Andrés no lo sabe, hace dos días que no hablamos - dice mientras sale de la cocina y empieza a poner la mesa. Lucía se queda unos segundos pensativa y va a ayudar a su amiga.

- Pero, ¿Estáis bien? -. Laura se queda callada, no sabe qué responder.

- No, no sé. No lo sé. ¿Cenamos? - Lucía contempla las pequeñas gotas que corren por el rostro de su amiga, va a la cocina y sirve la comida.

   Laura permanece en silencio. Empiezan a cenar y Lucía decide cambiar de tema, no quiere incomodar a Laura. Hablan de las rebajas, de ropa, de cotilleos, de películas. Llegan a los postres y se cuentan las últimas películas que han visto en casa o en la gran pantalla y Lucía tiene de pronto una idea genial

- Oye, aún nos queda una botella de vino, ¿hacemos palomitas, vemos una peli y hacemos una fiesta de pijamas? - Laura sonríe, acaba de recordar porqué Lucía es tan especial, tan divertida, tan loca, tan espontánea.

- ¿A nuestra edad una fiesta de pijamas? Estás loca...- Lucía la mira sonriente

- ¿Acaso tienes otro plan? - Laura vacila un segundo y responde

- Voy a buscarte un pijama, tú ve eligiendo la peli - Las amigas se miran y se ríen, se sienten como hace una década.

   Lucía elige una película que no haga pensar a su amiga en Andrés, elige Zombieland y Los Caballeros de la mesa cuadrada para que Laura decida cual. Ésta vuelve con el pijama y Lucía le enseña las cintas que ha escogido.

- Prefiero Zombieland, ya sé que tampoco es nueva, pero la descargué y no la he visto, la otra es mi peli favorita pero la he visto tantas veces que hasta me sé los diálogos.  

Lucía suelta una carcajada - Friki -  añade por lo bajo.

Laura se siente realmente cómoda con Lucía, aún no puede creerse que la haya perdonado y que esté allí con ella, como si nada.

- Voy a ponerme el pijama, ¿haces las palomitas mientras? - sugiere Lucía mientras camina hasta el dormitorio, - Por cierto, ¿voy a dormir en el sofá o en la cama?

- Donde prefieras - contesta Laura desde la cocina.

En cuanto se acomodan en el sofá con el vino, y las palomitas, Gato pega un salto y se acurruca entre ellas. Ven la peli, se ríen y comentan, a la mitad de la película, apenas queda vino en la botella. Cuando se acaba, Lucía pregunta
- Bueno, qué. ¿Qué te ha parecido la peli?, no ha estado mal, ¿no? - Laura sigue con la mirada fija en la pantalla.

-Creo que Andrés me va a dejar.

miércoles, 6 de junio de 2012

Capítulo 10

- ¿Qué? - Pregunta Lucía incrédula ante las palabras de su amiga.

- Creo que Andrés me va a dejar - repite Laura con la mirada perdida.

- Pero ¿por qué?¿qué os ha pasado? - insiste Lucía que aún no puede dar crédito.

- Nada, no nos ha pasado nada. Y a la vez nos ha pasado todo.

- Explícate - le urge su amiga.

- Estábamos bien, antes de que se fuera. No te voy a decir que fuéramos la pareja perfecta, teníamos nuestras movidas y discusiones, como todo el mundo, pero estábamos bien. Él me hacía reír, tenía detalles tontos conmigo que hacían que cada día me enamorase de él un poquito más - hace una pausa y sonríe al recordar - Pero no sé, de un tiempo a esta parte las cosas estaban raras. Él estaba más frío, más distante, ya no había risas ni detalles, pero no le di importancia, seguí como si nada. Y entonces surgió lo del trabajo en Barcelona, lejos de aquí y no lo dudó ni un instante. Es como si quisiera alejarse de mí. - Las lágrimas empiezan a resbalar por la mejilla de Laura.

- Laura… - musita Lucía con compasión 

- Al principio de estar en Barcelona me llamaba en cuanto tenía un hueco, me decía lo que me quería, que me echaba muchísimo de menos, que quería volver, que me fuera con él. Todas las noches teníamos llamadas largas y privadas, ya me entiendes. Y de pronto nada, me llama por rutina, sin ganas. Nunca tiene nada que decirme, nunca quiere hablar de nada y siempre tiene prisa por colgar - hace una pausa para tomar aire - No soy adivina, Lu, pero blanco y en botella…

   Lucía se queda en silencio, mira a su amiga y la abraza, realmente no sabe que decirla pero no puede quedarse eternamente callada

- Laura, no sé, nena, ¿has hablado de esto con él? - Laura asiente con la cabeza - Y ¿qué te ha dicho?

- Que soy una pesada - responde Laura entre lágrimas.

- No lo sé, Lau - prosigue - tal vez esté pasando una mala racha, para él tampoco tiene que ser fácil lo de la distancia

- No lo sé, no sé qué pensar - Lucía quiere ayudar a su amiga, sabe que está realmente hundida.

- Yo no creo que Andrés quiera dejarte - Laura llora aún con más ganas - ¿Por qué no vas a verle? Así no podéis seguir.

- No sé cómo reaccionar cuando le tenga cara a cara, me está haciendo mucho daño, él lo sabe y aún así no esta haciendo nada

Lucía no sabe qué responder a eso, y de nuevo se abrazan. Pasan un rato hablando del tema y se van a la cama. Cuando Laura se levanta Lucía la sorprende llevándola el desayuno a la cama.

- Buenos días princesa - Laura sonríe mientras se incorpora y se quita las legañas.

- ¿Tú no desayunas? - pregunta al ver sólo una taza.

- Gato y yo ya hemos desayunado y el bicho está durmiendo la siesta en el sofá. Yo voy a darme una ducha y tú y yo nos vamos a ir de tiendas y a comer por ahí, hoy no te vas a quedar en casa, ya sabes, La vida es bella, princesa.

   Dicho esto se levanta y se marcha, pone la música y se mete en el baño. Laura se sonríe para sí, reconoce la canción que suena, es de la banda sonora de La vida es bella, fue la primera película que vieron juntas. Desayuna y lleva la bandeja a la cocina. Sale al balcón a fumar, es el último de la cajetilla. Hace un bonito día. El móvil suena a su espalda, es Andrés, no sabe qué hacer, y lo deja sonar.

martes, 5 de junio de 2012

Capítulo 11

   Lucía sale de la ducha como un huracán 


- ¿Todavía no te has vestido? - pregunta a su amiga que está plantada en el balcón con la mirada clavada en el teléfono. - ¡Date prisa, tardona! 


   Laura reacciona y se dirige a su cuarto, cabizbaja y pensativa. Por una parte quiere hablar con Andrés, pero por la otra no sabe qué decirle, y no quiere volver a oír esa voz desganada al otro lado del teléfono. Se viste mientras piensa en él. “Total, si es importante volverá a llamar, y si no, otro día sin saber nada” se dice a si misma. Sale de la habitación ya vestida y ve a Lucía ya preparada para salir. 


- ¿Nos vamos? - pregunta Lucía al ver a su amiga moviéndose indecisa. La mente de Laura está ahora recordando la angustia que la provocó días atrás pisar la calle. 


- Tengo que contarte algo - confiesa mirando a su amiga. Empieza a contarle la sensación de congoja, de miedo que la invadía cuando salía a la calle. Lo de la señora de la calle que recogió parte de su compra desperdigada, lo de Miguelón. Se siente estúpida mientras se lo cuenta, pero cada vez que piensa en ello, se le quitan las ganas de salir. 


- Eso es inseguridad - resuelve Lucía tajante. - Pero hoy no te va a pasar, ya lo verás - dicho lo cual, se levanta y con gesto de la mano invita a Laura a seguirla.

   Laura se sorprende cuando salen del portal, y sólo siente el calorcillo del sol acariciando su rostro, ni miedo, ni angustia, nada. Sonríe a su amiga y se ponen en marcha. Las calles están llenas. Ven un millón de escaparates, entran en tiendas, ríen, compran. Pero una misma idea ronda la cabeza de Laura: Andrés. Mientras su amiga se prueba una montaña de vestidos coloridos en Zara, Laura empieza a recordar todos los momentos de su vida en los que está Andrés, son cientos. Echa la vista atrás y casi no hay momentos en los que de una manera u otra él no esté presente. Por alguna razón sólo recuerda momentos buenos, a medida que piensa en él una sonrisa tímida se va dibujando en sus labios, por alguna razón, aún le ama.

   Lucía sale con otro vestido precioso 

- ¿Éste qué tal? 

- Te queda genial - responde su amiga casi sin mirarla, tiene la mente en otro lugar. Pero Lucía está emocionada y no se percata. 

- ¿En serio? Y ¿Cuál te gusta más éste o el azul?

- No sé, los dos te quedan muy bien - responde distraída

- Vale, pues los dos - dice Lucía con un guiño mientras se vuelve a meter en el probador. Laura se frota los ojos tiene que sacarse de la cabeza a Andrés, pero es que hasta las letras de las canciones parecen hablar de él. De pronto la entran unas ganas enormes de fumar, quiere que su amiga salga ya. 

   Por fin fuera de Zara deciden ir a comer a un restaurante chino. Por el camino Laura entra en un bar, necesita tabaco, necesita fumar. Lucía la dice que lo debería dejar. 

- Lo sé, éste es el último paquete, lo prometo - su amiga responde con una mueca de incredulidad. 

   En el restaurante la comida transcurre sin más. Lucía no quiere sacar de nuevo el tema de Andrés, quiere esperar a que su amiga esté más animada mientras que por su parte Laura se deleita con conversaciones superficiales que mantengan ocupada su mente. Después de comer, se despiden, Lucía tiene que irse a trabajar, pero promete llamar a Laura cuando salga. Cargada con una decena de bolsas innecesarias, Laura vuelve a casa. Camina mirando al suelo y pensando en Andrés. Quiere llamarlo, necesita hablar con él.

lunes, 4 de junio de 2012

Capítulo 12

   Gato la recibe en la puerta con un maullido sonoro. 

- ¡Gato! - exclama Laura feliz de ver al animal, se agacha para acariciarlo, pero éste se aleja, se gira para mirarla y vuelve a maullar. 

- ¿Tienes hambre? - le pregunta mientras se acerca a él “¡Miau!” responde el animal mientras corre hacia la cocina. Laura se ríe. Deja las bolsas en el salón y le pone un platito al gato que se lo come sin rechistar. 

   Andrés vuelve a su mente. Mira el ordenador, lo enciende, pero decide que es mejor llamarle por teléfono. Marca su número, pero vacila a la hora de pulsar la tecla de llamar. Vuelve a dejar el teléfono sobre la mesa. Ahora sólo recuerda todas las discusiones, los malos momentos, su frialdad. Ya no sabe si quiere hablar con él o no. Se sienta en una silla, empieza a fumar. 

   Mira al techo, al teléfono, pasea. Una vez más se llena de ansiedad. Mirando el teléfono empieza a llorar. Ha llorado tanto en los últimos meses que le parece algo natural. “¿Por qué no será todo cómo antes?” se pregunta una y otra vez. Se mete en el ordenador, tiene un correo de Andrés. Se muerde el labio, y lo empieza a leer << Buenos días, Lau. Me alegro que salieras ayer. Espero que te lo pasaras bien. Echo de menos hablar contigo. Tengo ganas de verte. Te quiero.>> Lee varias veces las dos últimas palabras. “Tan oportuno como siempre” piensa. Las palabras de Andrés no la hacen sentirse mejor. Es como si estuvieran separados por un muro invisible. 

   Le quiere muchísimo, y la encantaría estar con él siempre, pero siente que pertenecen a mundos diferentes, que ya no son uno. Siente que no le quedan fuerzas, pero la alternativa la aterra. No quiere pensar más en él, “Ya le contestaré más tarde”. Pone la radio con la intención de distraerse, pero el mundo parece ir contra ella. Nada más encenderla oye la voz de Sabina <<“estas ganas de nada, y menos de ti…”.>> Mira a la radio furiosa pero deja que suene 

- ¿Por qué todo me tiene que recordar a ti?” - dice en voz alta, aunque para si. Se tira en la cama abatida. Sabe que tiene que hacer algo ya, así no puede seguir. Empieza a barajar las diferentes posibilidades en su cabeza. “Quizás si va a verle como Lucía sugirió él se alegre y estemos juntos y bien. Cuando estamos cara a cara nada es tan terrible, pero ¿y si él sigue en el mismo plan indiferente?” descarta esa opción por miedo al rechazo. “¿Y si le digo que venga él a verme? Podríamos salir por el barrio y pasarlo bien, como antes” pero enseguida rechaza esa idea “Dirá que está liado y que no puede…”. Sigue pensando hasta que llega a lo inevitable “¿Y si lo dejamos? Yo le quiero, pero esto no va bien… Seguro que él ya lo ha pensado más de una vez” 

   Vuelve recordar todos los planes que ya nunca se cumplirían, los viajes, las cenas, los cines, los besos, las caricias y sin darse cuenta empieza a relajarse y a masturbarse pensando en él hasta que se queda profundadamente dormida.

domingo, 3 de junio de 2012

Capítulo 13

   Se despierta con los maullidos de Gato y en cuanto abre los ojos el animal salta a la cama para chuparle la nariz. 



- ¡Quita, déjame! - grita empujándole suavemente con la mano. Mira en la cama, Andrés no está, por un momento esperaba que él estuviera allí. Le echa tanto de menos que hasta le sueña. Tres días sin hablar con él son demasiados para Laura. El sonido de la radio la devuelve a la vida real, está sonando Saratoga, reconoce la canción, es “Si amaneciera”. 

- ¿Qué emisora es esta? - se pregunta en voz alta mientras sale de la cama. Empieza a sentirse como en Show de Truman, es como si alguien la espiara y quisiera jugar con ella. Camina medio dormida por la casa, se lava la cara y decide que es el día de buscar un nuevo trabajo, no puede quedarse toda la vida en casa. Pone el desayuno a Gato y coge una manzana, no tiene hambre, se siente como si tuviera resaca. 

   Se viste con prisa, en la radio han sonado las diez. Coge los currículums que preparó meses atrás y sale por la puerta decidida a encontrar un trabajo de una vez por todas. Baja al kiosco a por los periódicos y entra en un bar a tomar un café mientras busca las ofertas de empleo en clasificados, está harta de buscar por Internet. Marca unas cuantas que la interesan y decide ponerse en marcha. La primera que ha marcado es de recepcionista en un hotel, pone que las entrevistas son de diez a una, si se da prisa llega. 

   Cuando llega al hotel hay un montón de gente esperando para ser entrevistada, se sienta impaciente con la mirada perdida en el suelo de mármol. Tiene miedo de que de un momento a otro salgan y digan que el puesto está cogido. La verdad es que ella nunca ha trabajado como recepcionista, pero estuvo de administrativa en su anterior empleo y domina bastante el francés y un poquito de inglés. 

   Levanta la vista un momento y su mirada se cruza con la de un chico que también espera a ser entrevistado. El chico la sonríe y Laura aparta la mirada, “¡Dios, qué guapo es!” siente como sus mejillas arden de pronto. No se atreve a levantar la mirada, pero siente cómo él se levanta y se sienta junto a ella. 

- Hola, me llamo Mario, y tu eres… - Laura lo mira sorprendida 

- Laura. “

- ¿Vienes por lo del trabajo? - pregunta él sonriente 

- Sí. ¿Y tú?

- Más o menos - responde Mario. Empiezan a charlar, Mario parece un chico encantador y Laura piensa que además es guapísimo, él hace todo tipo de preguntas, primero relacionadas con la entrevista, luego sobre ella y cuenta anécdotas. Laura se siente realmente cómoda con Mario, no se da ni cuenta de que lleva casi una hora hablando con él. 

- Siguiente - llama una señora asomándose a la puerta. 

- Creo que te toca - dice él. 

   Laura entra a la entrevista sonriente, está muchísimo más tranquila gracias a él. Cuando sale le ve 

- Oye, ¿Qué tal ha ido? - pregunta el chico, Laura se muerde el labio inferior 

- No lo sé. Creo que bien. Me han dicho que ésta semana me llaman para decirme algo. 

- Seguro que tienes suerte - responde Mario mirándola fijamente a los ojos. Laura se queda medio hipnotizada por ellos, son oscuros y profundos, la encantan. - Oye, ¿Me das tu número? - pregunta el joven sin apartar la mirada. El corazón de Laura se acelera, a su mente viene de golpe Andrés. - No soy un acosador, lo prometo, es sólo que me caes muy bien.

sábado, 2 de junio de 2012

Capítulo 14

   Laura accede y le da el número de teléfono. 

- Siguiente - dice la señora otra vez. Mario se despide con dos besos y se dirige a la sala de la que hace un momento salió Laura. 

- ¡Suerte! - grita ésta antes de que entre. Mario se gira, la sonríe y la guiña un ojo. Laura lo mira por última vez antes de salir del hotel. Necesita contarle a Lucía lo que acaba de pasar, no se lo puede creer. Busca el móvil en el bolso, pero no está. “Mierda” Decide volver a casa, necesita el teléfono para llamar a los siguientes trabajos y además quiere hablar con Lucía ya. 

   Cuando llega a casa Gato duerme plácidamente en el sofá y la radio sigue sonando “Mierda”. Apaga la radio y busca el teléfono. Ve las bolsas con la ropa debajo de la mesa y la BlackBerry sobre ella con la lucecita parpadeante. Coge el teléfono decidida a llamar a Lucía, pero tiene diez llamadas perdidas, ocho de Lucía y dos de Andrés, además tiene dos mensajes, los dos de Lucía. << Te estoy llamando para ver cómo quedamos esta noche. Llámame cuando lo leas. Vale?>> Laura había olvidado por completo que Lucía quedó en llamarla, lee el siguiente << No me lo vuelvas a hacer, por favor. Otra vez no.>> 

   Laura se asusta y llama a Lucía en el acto. “Por favor, por favor, que me lo coja” reza mientras suenan los tonos de llamada. 

- "<¿Si?>” 

- “Lucía, soy yo. Tía perdóname por favor me quedé dormidísima y esta mañana he ido a hacer cosas y me he dejado el móvil en casa.” 

- “<Me pillas ocupada, luego te llamo>” 

- “Pero…” 

- “<En serio, tengo que colgar.>” - Lucía cuelga y Laura empieza a darle vueltas a la cabeza, no puede permitirse volver a perderla. No se quiere obsesionar, se tira en el sofá y enciende el televisor. Inmediatamente Gato se acurruca en su regazo y empieza a ronronear suavemente. En la tele echan Leyendas de Pasión, la ha visto mil veces, pero por lo menos se alegrará la vista un rato, sin embargo poco después se queda dormida. 

   El zumbido del teléfono en vibración la saca de su sueño, es Lucía. 

- “<¿Qué haces?>” 

- “Veía una peli” - contesta Laura adormilada. 

- “<Acabo de salir de trabajar, ¿te paso a buscar?>” - la voz de Lucía suena un poco sombría. Laura asiente, y en cuanto cuelgan se empieza a preparar. Media hora después llaman al timbre, es Lucía. Laura empieza disculpándose de nuevo 

- Lu, lo siento mucho, de veras. Es que me quedé dormida y esta mañana salí con prisa y me olvidé el teléfono aquí.

- No te preocupes - contesta su amiga esbozando una sonrisa - Es sólo que temí que fueras a desaparecer otra vez.

   Laura abraza a su amiga con fuerza y susurra “Gracias” Lucía la devuelve el abrazo y ambas permanecen unos instantes en silencio y abrazadas. Es Lucía quien cambia de tema como si nada 

- Bueno, y ¿Qué era eso tan importante que tenías que hacer ésta mañana? - pregunta con cierto rintintín 

- Buscar trabajo - contesta Laura. Los ojos de Lucía se abren como platos y comienza el interrogatorio de rigor 

- ¿Trabajo? ¿Trabajo de qué? ¿Dónde? ¿Has hecho ya entrevistas? ¿Qué tal han ido? -. Laura sonríe 

- A ver, paso por paso. Sí, he decido buscar trabajo, de lo que sea, no me apetece seguir en paro y sé que está difícil, pero tengo que intentarlo. He hecho una entrevista ésta mañana, para recepcionista en un hotel, y creo que no fue mal del todo. Me han dicho que ésta semana me llaman y me dicen algo - La cara de Lucía muestra una sonrisa radiante 

- Me encanta que te hayas animado. A ver si tienes suerte -. De pronto Laura se acuerda de Mario y una sonrisa picara cruza su rostro mientras se muerde tímidamente el labio. 

- Tengo que contarte otra cosa.- Lucía la mira expectante 

- Desembucha.

- En la entrevista, bueno… He conocido a un chico...

viernes, 1 de junio de 2012

Capítulo 15


- ¿Qué has qué? - pregunta Lucía sorprendida 

- Conocido a un chico - contesta Laura. Lucía se queda un momento pensativa 

- Quiero todos los detalles. 

- Pues a ver, no sé, estaba esperando para hacer la entrevista y viene un chico, se sienta a mi lado y me empieza a hablar, y al principio era como raro, pero luego era muy majo y estuvimos hablando y tal. Se llama Mario y le di mi teléfono… 

- Para, para, para. ¿Le diste tu número? - interrumpe Lucía incrédula. 

- Sí, no sé, me pareció muy majo - responde Laura mientras una sonrisa se le escapa. 

- Vale, y físicamente, ¿Cómo es? 

- Pues, no se, es mono… Tiene una sonrisa y unos ojazos… - Lucía la mira fijamente 

- ¿Te ha llamado? ¿Has vuelto a hablar con él?

- No, no sé, no creo que me llame - dice Laura. Se quedan un rato charlando sobre Mario, y de las cosas que hablaron Laura y él. 


   Cuando cierra la puerta descubre a Gato mirándola fijamente, por algún motivo, la mirada del minino la calma. 

- Ya estamos solos, enano - le dice y se dirige a la cocina para darle la cena. Mientras Gato come, ella va a ponerse el pijama. No tiene sueño, pero tampoco tiene ganas de estar despierta y seguir pensando. Rebusca en su bolso la cajetilla de tabaco y coge un cigarro, sabe que ha dicho que lo iba a dejar, pero la apetece. 

   Abre las puertas del balcón cuando el teléfono empieza a sonar detrás de ella. “Andrés” piensa. Se plantea no cogerlo, pero finalmente descuelga. El número no la suena. 

- “”, 

- “Sí, soy yo, ¿Quién es?” 

- “< No sé si te acordarás de mí. Hemos hablado esta mañana, soy Mario>”

   Se ha hecho tarde, de modo que Laura decide invitar a Lucía a cenar. Hablan de la entrevista mientras cocinan y durante la cena. Laura inconscientemente vuelve a sacar a Mario en la conversación 

- Es que estaba muy nerviosa. Pero hablando con Mario me relajé un montón, estaba superagusto con él.- Lucía percibe la ilusión en el tono de voz de su amiga y se preocupa 

- ¿Y Andrés? - la burbuja de Laura parece estallar en mil. En todo el día no había recordado ni echado de menos a Andrés, ni siquiera cuando vio las llamadas en el teléfono. 

- Bueno, yo… aún no he hablado con él - Laura se queda cabizbaja sintiendo cómo la mirada de Lucía se le clava. 

- Deberías llamarle y hablar con él, ¿No crees? Al fin y al cabo es tu novio.-  Laura lee entrelíneas la desaprobación en las palabras de su amiga y trata de justificarse 

- Es que no sé qué decirle, no tengo ganas de hablar con él - pero Lucía insiste 

- Y ¿Eso por qué? ¿Acaso no le echas de menos? - La pregunta de Lucía es como una puñalada para Laura y se defiende 

- Sí, claro que le echo de menos, pero no me gusta cómo es ahora. Echo de menos al Andrés de antes. ¿Para qué voy a hablar con él si nunca tiene nada que decirme? Parece que hasta le molesta hablar conmigo. Parece que lo hace obligado.- Los ojos se le empiezan a llenar de lágrimas. Lucía se dispone a hablar de nuevo, pero Laura la interrumpe. - En fin, creo que me voy a ir a la cama. Estoy muy cansada y mañana me gustaría ir a echar más currículums - Lucía pilla la indirecta, se despide y se va diciendo 

- Bueno, mañana nos vemos, ¿Eh?

- Claro - asegura Laura poco entusiasta.